Pero entonces apareces tú
A veces el mundo me queda demasiado grande. A veces me arrastra con su continuo vaivén de prisas y alborotos haciéndome perder el paso, quedando desorientada y vulnerable en mitad de ninguna parte, temblando y sin capacidad de encontrar el camino de vuelta a casa. A veces me invade el frío y todos mis miedos me asaltan por la espalda, sin previo aviso, debilitándome en cada susurro hasta dejarme con las rodillas hundidas en el barro y el alma expuesta en carne viva, sintiendo el amargo sabor de la derrota. Pero entonces apareces tú... Te acercas lentamente, un susurro se escapa de tus labios y tu voz se abre paso firmemente hasta silenciar cada uno de mis miedos, y tus brazos avanzan seguros hasta rodear mi cuerpo en un cálido abrazo que consigue levantarme del barro, y tus caricias cierran cada una de mis heridas. Y entonces el mundo se vuelve pequeño, en el mismo momento en el que encuentro tus ojos y me sumerjo en ellos, sintiéndome de nuevo a salvo, invencible, en casa.