Somos polos opuestos
No nos parecemos en nada, por mucho que queramos disimularlo. Tú... Tu siempre has sido un poco luna. Siempre has tenido una cara oculta, una parte que jamás muestras a nadie y que guardas con recelo, y has vivido siempre agazapado entre las sombras, haciéndote casi un experto en eso de esconderte. Te vales de rodeos y medias tintas, vives pendiente de las miradas y los juicios de todo aquel que te rodea y tienes miedo a alzar la voz, como si te avergonzara tu propio discurso.
Yo, por el contrario, jamás he sabido de sombras. Siempre voy de frente, aunque a veces eso no resulte una virtud precisamente, y aunque alguna que otra vez me equivoque y me arrepienta por no callarme. Jamás le he dado demasiada importancia a la imagen que la gente que no me conoce pueda tener de mí, ni he dejado en ningún momento que eso fuese un impedimento para seguir actuando libremente. Nunca, bajo ningún concepto, he dudado en alzar la voz, delante de quien fuese, y siempre he defendido a capa y espada mi discurso, porque sé perfectamente que cualquier discurso basado en el respeto es tan válido como cualquier otro.
Como ves somos muy diferentes, tanto como el día y la noche, tanto como el blanco y el negro. Somos polos opuestos, pero lamentablemente, no de esos polos opuestos que se atraen, sino todo lo contrario. Somos de ese tipo de polos opuestos que están condenados a no entenderse, que son incapaces de acercar sus posturas y encontrar un punto de equilibrio en el que poder convivir. No somos compatibles, y no tiene sentido seguir engañándonos. Vivimos en mundos totalmente paralelos, y ni yo entiendo tu mundo ni tú eres capaz de entender el mío. ¿Por qué seguir entonces empeñados en alcanzar un imposible? Hazme caso... Esto no tiene ningún sentido, y lo mejor es que nos rindamos ahora, antes de que perdamos demasiado tiempo, antes de que sea demasiado tarde.
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