Gracias
No sé dónde estarás y, si te soy sincera, tampoco es que me importe demasiado. Te supongo en alguna parte desplegando tus aires de grandeza a base de miradas por encima del hombro y ese tono autoritario que siempre te acompaña, como si el mundo tuviese la obligación de girar por y para ti. Sinceramente, compadezco a todo aquel que haya tenido la mala suerte de haberse cruzado en tu camino. Pero no, no te escribo para eso.
Te escribo, por extraño que parezca, para darte las gracias. Gracias por cada una de las veces que me has hecho llorar, porque así aprendí a valorar cada sonrisa por pequeña que sea. Gracias por cada una de las zancadillas que me pusiste, porque con ellas aprendí a levantarme, sacudirme la tierra y volver a recuperar el ritmo de mis pasos, más fuertes después de cada tropiezo. Gracias por cada desprecio, por cada mal gesto, por cada una de las veces que intentaste hacerme de menos, porque lo único que conseguiste fue alimentar mi orgullo propio y enseñarme a valorarme a mí misma por encima de cualquiera. Gracias, porque después de ti aprendí a mirar de frente, a no agachar la mirada ante nadie, y aprendí que yo también soy valiente, aunque a veces no lo crea, tan valiente como para arrancar de cuajo las malas hierbas que me enturbiaban el camino. Gracias por despertar mi rabia, porque fue gracias a ella que conseguí cerrar ese capítulo de mi vida. Gracias por haberme convertido en lo que ahora soy, aunque fuese de una forma tan cobarde.
Te escribo, por extraño que parezca, para darte las gracias. Gracias por cada una de las veces que me has hecho llorar, porque así aprendí a valorar cada sonrisa por pequeña que sea. Gracias por cada una de las zancadillas que me pusiste, porque con ellas aprendí a levantarme, sacudirme la tierra y volver a recuperar el ritmo de mis pasos, más fuertes después de cada tropiezo. Gracias por cada desprecio, por cada mal gesto, por cada una de las veces que intentaste hacerme de menos, porque lo único que conseguiste fue alimentar mi orgullo propio y enseñarme a valorarme a mí misma por encima de cualquiera. Gracias, porque después de ti aprendí a mirar de frente, a no agachar la mirada ante nadie, y aprendí que yo también soy valiente, aunque a veces no lo crea, tan valiente como para arrancar de cuajo las malas hierbas que me enturbiaban el camino. Gracias por despertar mi rabia, porque fue gracias a ella que conseguí cerrar ese capítulo de mi vida. Gracias por haberme convertido en lo que ahora soy, aunque fuese de una forma tan cobarde.
Comentarios
Publicar un comentario