La importancia de relativizar

Mi cumpleaños está a la vuelta de la esquina (o del fin de semana, mejor dicho) y, siempre que se acerca una de estas fechas tan señaladas, de pronto se activa algo en nuestra cabeza que nos invita a hacer balance de todo lo que hemos vivido hasta el momento. No sé qué sentido tiene hacerlo, puesto que el día de tu cumpleaños no deja de ser un día normal y corriente en el que lo único que ocurre es que debes de sumarle uno a esa número que simboliza tu edad pero que no la determina (siempre he creído que la edad no la determina una fecha de nacimiento recogida en tu DNI, sino tu madurez y tu actitud ante la vida). El caso es que, por mucho que te parezca la mayor chorrada del mundo y sin saber muy bien por qué, en estos días te surge la necesidad de repasar toda tu vida... y yo no soy ninguna excepción.

Estos días me he descubierto a mí misma clavando la mirada en el infinito y permitiéndole a mi mente viajar muy lejos y aterrizar en mi infancia, en esas tardes de risas despreocupadas en un parque, en esas trastadas a medias con mi hermano, en esa sensación de "aquí nada puede pasarme" resguardada entre los brazos de mis padres, en el escozor insoportable del alcohol actuando en la herida y el posterior alivio conseguido con el soplido y las caricias de mi abuela... He viajado hasta cada uno de mis aciertos, me he paseado por los muchos errores que he cometido (algunos demasiado parecidos a los que sigo cometiendo y seguro cometeré), he vuelto a sonreír con todos esos momentos de felicidad absoluta que un día quedaron grabados a fuego y he vuelto a tragar con dificultad alguna que otra pena, a sufrir algunas ausencias. También me he sorprendido viajando sin dolor hacia aquella etapa ahora borrosa que un día decidí guardar bajo llave en un rincón oscuro y apartado de mi mente con la esperanza de que terminara desapareciendo, llevándose con ella todas las lágrimas y el sabor amargo del "¿por qué a mí?". Precisamente en ese viaje he descubierto que, si bien no puede borrarse lo que has vivido, lo que algún desalmado te obligó a vivir... se puede aprender a dejar atrás el dolor hasta que no sea más que un murmullo que con el paso del tiempo se ha quedado sin voz y que, aunque de vez en cuando vuelva a removerse, cada vez lo hace con menos frecuencia y menos fuerza. Y quizás, pensándolo desde la serenidad que aporta el tiempo y la distancia, lo mejor sea superarlo sin pretender borrar nada, porque hasta de los capítulos más negros y desagradables se aprenden lecciones y se adquieren herramientas para enfrentarte a la vida. 

Han sido unos días de intenso viaje, de reflexiones conmigo sobre mí, de sacar conclusiones, de apuntar nuevos propósitos (aunque quizás la mayor parte de ellos queden olvidados más pronto que tarde) y, sobre todo, de darme cuenta de cómo cambian las cosas con el tiempo. Si algo he entendido estos días después de éste viaje improvisado (además del "oye, pues no ha estado nada mal") es la necesidad de saber relativizar, de aprender a darle la importancia justa y necesaria a los problemas y a tomarnos la vida con calma, permitiéndonos disfrutar de cada detalle sin nada que lo empañe. Porque al final te das cuenta de que todos los problemas, por grandes que nos parezcan y por mucho que nos superen o nos superaran en su momento, acaban convertidos con el paso del tiempo en simples recuerdos almacenados en un cajón de la memoria, enterrados debajo de todos los recuerdos buenos.

Comentarios

  1. Muy bonito el texto. A mi cada año también me gusta hacer balance de lo bueno y lo malo, lo aprendido y todo lo que me he dejado por hacer. Pero es importante saber que todo problema es una enseñanza... Te dejo el link a mi blog por si quieres pasarte.
    http://mimundoymisideas.blogspot.com.es/2016/09/si-quiero.html
    Un saludo
    Neus

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    1. Gracias por tu comentario y gracias por la recomendación!!
      Un saludo

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