Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2017

Libre y fuerte

¿Sabes una cosa? Te quiero libre y fuerte, siendo tú misma y no una persona que desconfía hasta de su sombra y duda de cada uno de sus pasos solo por miedo al tropiezo. Así que hazme caso, no lo pienses más y márchate lejos, cambia de aire, desconecta de todo y céntrate en ti. Date todos los caprichos que se te antojen, vuelve a ser la niña que un día fuiste. Canta a gritos mientras conduces, báñate desnuda y despreocúpate del tiempo. Rompe con las reglas o, si lo prefieres, escribe unas nuevas que se adapten mejor a ti. Haz todo cuanto quieras. Haz lo que te de la gana, hasta que sientas como desaparece el peso que cargas sobres tus hombros y, cuando te sientas con las fuerzas renovadas, mira atentamente a tus miedos, ponles nombre y hazles frente. Asegúrate de que jamás se atrevan a volver. No voy a mentirte. Puede que sea un proceso largo, que no sea fácil y, seguramente, volverás a derramar unas cuantas lágrimas. No importa. Sumérgete en esas lágrimas y piérdete tantas veces c...

Tiene más sentido que nunca

A veces pienso que todo ha cambiado y que lo nuestro -si es que alguna vez lo hubo- ya no tiene sentido. Pienso en que la situación ya no es la misma, que nuestra realidad es diferente y que todo lo que vivimos parece haberse quedado lejos. Pienso que incluso nosotras mismas hemos cambiado durante este tiempo y que, en cierta forma, ambas hemos pasado página. Pero entonces vuelves a aparecer de alguna manera y me descubro de nuevo pegada a tu sonrisa, como siempre, y sin darme cuenta mis labios vuelven a dibujar esa sonrisa que solo me salía contigo. Y al mirarte me doy cuenta de que tus ojos siguen siendo el detonante y el remedio a mi locura, y de que yo sigo siendo incapaz de reprimirme cuando se trata de ti. Y me vuelven a invadir las ganas de buscarte, de olvidarme de todo y simplemente dejarnos fluir. Y entonces me doy cuenta de que lo realmente importante no ha cambiado y que lo nuestro -sea lo que sea- tiene más sentido que nunca.

Olvidémonos de la meta

Tenemos la manía de plantearnos nuestra vida como una carrera en la que debemos darlo todo para alcanzar nuestra meta, entendiendo la meta como el último escalón, como la última pantalla de un gran videojuego. ¿Pero dónde está la meta? ¿La podemos alcanzar realmente o vivimos persiguiendo una utopía? Sinceramente, he llegado a la conclusión de que la meta -al igual que ocurre con la perfección- no existe y, por tanto, nunca puede alcanzarse. Da igual lo lejos que lleguemos en nuestro camino porque siempre podremos dar otro paso más, y otro, y otro, y otro... Cada vez que creamos alcanzar esa tan ansiada meta veremos como el camino se hace un poco más largo, como a la escalera que tanto nos ha costado subir se le suman unos cuantos escalones más. Es inevitable, por mucho que hayamos vivido, por muy lejos que hayamos llegado en el camino y por muchas "metas" que hayamos alcanzado... Cuando llegue el momento de dar nuestro último paso siempre nos quedarán cosas por hacer,...

Quizás ese algo se llame destino

Recuerdo el día en el que nuestras vidas se cruzaron. No era el mejor momento ni tampoco estábamos en las mejores circunstancias, pero simplemente no pudimos evitarlo. Yo me fijé en ti nada más verte y a ti te inquietó esa mirada lo suficiente como para sentir la necesidad de descubrirme. Desde ese día ha existido algo que nos mantenía unidos incluso cuando más distanciados estábamos. No sé exactamente qué es ni por qué nació entre nosotros, pero sé que es algo lo suficientemente fuerte como para permanecer intacto después de todas nuestras caídas.  No importan los errores. No importan los desencuentros. No importan las veces que me fallaras ni las veces que yo te haya fallado a ti. No importa si mi enfado me hace no querer verte. No importa si tu enfado te hace renegar de mí. Nada de eso importa porque, a pesar de todo, sigue existiendo algo que nos une y nos mantiene conectados. Algo que, incluso ahora, a tantos kilómetros de distancia y con tantos obstáculos en nuestro camino...

Maldigo

Maldigo el día en el que mis ojos te descubrieron por primera vez y decidieron que era bonito mirarte,  y aquel en el que mi mente se quedó en blanco al escucharte reír. Maldigo aquellas tardes de risas hablando de todo y de nada en las que el tiempo se nos escapaba volando y siempre teníamos excusas para quedarnos 5 minutos más. Maldigo esa manía tuya de ser tan adorable, la suavidad de tus manos y lo apetecible que resulta tu boca cada vez que te muerdes los labios. Maldigo tus incansables ganas de reír por todo a cada rato y esa locura tuya tan contagiosa. Maldigo haberte aprendido, saberte de memoria y nuestra capacidad de entendernos sin necesidad de palabras. Maldigo todo lo que hemos vivido y todo cuanto hemos construido. Maldigo al destino que te puso en mi camino para luego simplemente alejarme de ti. Maldigo no poder olvidarte, seguir necesitándote y echarte de menos a cada rato. Maldigo tener que imaginar qué estarás haciendo y no saber si tú también me echas ...