El muro de la desconfianza
Todos nacemos siendo las personas
más inocentes del mundo, confiando en todo cuanto nos rodea sin necesidad de
pruebas o preguntas. Nacemos ignorando que las personas puedan moverse por algo
más que no sea su buena fe. Sin embargo, bastan unos cuantos años para que sea
la propia vida la que consiga abrirnos los ojos y mostrarnos otras realidades a
nuestro alrededor. Conforme vas creciendo aparece en tu camino gente que te
enseña aquello de que no es oro todo lo que reluce. De pronto te das cuenta de
que no todos se acercan a ti con buenas intenciones, que no todos son tan inocentes
como aparentan.
En mi caso también fue la vida la
que me hizo abrir los ojos poniendo a cierta gente en mi camino, y quizás eso
fue lo que me hizo ser demasiado desconfiada con toda la gente que me rodea. Quizás
sea por las veces en las que me he sentido engañada, quizás por las
desilusiones que me he llevado en algún momento al querer ver en la gente algo
que en realidad no eran. La verdad es que no lo sé. Lo que sí es cierto es que,
sea por el motivo que sea, me he convertido en una persona a la que le cuesta
mucho confiar en la gente y en su buen hacer. Reconozco que tengo tendencia a
pensar mal de la gente y de sus actos, y siempre me esfuerzo en encontrar algún
interés oculto detrás de cada gesto o de cada comportamiento. No puedo decir
que esté orgullosa de ello, todo lo contrario.
Hay quien dice que esta actitud
desconfiada es perfecta para alejar de tu vida a la gente falsa, para no dejar
que puedan hacerte daño acercándose a ti por interés. El problema es que a
veces, por muy desconfiada que seas, aparecen en tu vida ciertas personas que,
una vez consiguen que quites todas tus barreras por una vez y que confíes en
ellos, te demuestran que no son quienes parecían ser, que sólo se mueven por el
interés y el egoísmo, y que no merecían tu confianza, gente que sólo se acuerda
de que existes cuando tienes que hacer algo por ellos. Y en esos momentos es
cuando realmente te preguntas si vale la pena ser tan desconfiada y levantar
tantas barreras contra la gente que llega a tu vida. Es en esos momentos cuando
te das cuenta de que no importan ni tus barreras, ni la distancia que trates de
poner, ni tu desconfianza… Nada de eso importa, porque siempre hay gente que
consigue engañarte, independientemente de las barreras con las que te protejas.
Como digo, hay quien piensa que
es bueno ser desconfiada con la gente que te rodea, desconfiar de las razones
que le llevan a acercarse a ti a comportarse como lo hacen. Yo cada vez estoy
más convencida de que esa actitud, más que una ayuda, es una carga, un muro que
te impide conocer a gente que realmente vale la pena y que de nada sirve para
protegerte de aquellos que no merecen tu confianza.
Estoy de acuerdo, poner tantas barreras sólo sirve para no dejar entrar en tu vida a gente que realmente merece la pena, más que para alejar a aquellos que no son trigo limpio.
ResponderEliminarPor desgracia, en esta vida aprendemos a base de palos, y a veces ni aún así... Y nos fiamos de quien no debemos...
C'est la vie! Pero hay que seguir intentándolo, ¿no crees?