Decidir. Elegir. Renunciar

Cada una de las decisiones que tomamos implican una elección obligada, y cada una de esas elecciones nos obliga a renunciar a algo. Creo que ese es el verdadero motivo por el que la mayoría de nosotros odia tomar decisiones. Yo formo parte de esa mayoría. Siempre he odiado tomar decisiones, y aunque me haya pasado toda mi vida teniendo que tomarlas, no logro acostumbrarme a ellas, ni creo que jamás llegue a conseguirlo.

Lo que más odio de enfrentarme a una elección es esa maldita sensación que se te queda dentro, esa sensación que te dice que elijas lo que elijas, una parte de ti se arrepentirá  de haberlo hecho. Sea cual sea la decisión que tomes, renuncies a lo que renuncies, nunca quedarás completamente satisfecho. Y da igual las veces que lo hayas hecho, da igual que lleves toda tu vida teniendo que enfrentarte frecuentemente a esas elecciones, porque nunca te acostumbras a esa sensación, a esa mezcla de alegría por lo que vas a vivir y tristeza por lo que sabes que vas a perderte.

Sabemos que es imposible tenerlo todo, que estamos obligados a elegir, pero seguimos sin estar preparados para aceptarlo. Se nos siguen haciendo muy difíciles ese tipo de decisiones, porque sabemos que elijamos lo que elijamos estaremos renunciando a un momento que queremos vivir, a un sitio en el que queremos estar. Por eso si pudiese pedir un deseo, sin duda pediría el poder de no perderme nada, liberarme de la obligación de renunciar. Pero es imposible. La vida es una toma constante de decisiones, las decisiones se componen de numerosas elecciones, y cada elección implica una renuncia. Aunque no nos guste.

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