Una despedida anunciada
En la vida todo llega, hasta lo que nunca se nos ocurrió imaginar, y lo hace de la forma más inesperada posible. Si hace algo más de un año alguien me hubiese dicho que este momento llegaría, lo más seguro es que me hubiese reído y le hubiese tomado por loco, pero a la vista está que las cosas cambian, y mucho.
Hoy recibo un mensaje que anuncia que te marchas a vivir a otra ciudad. Si ese mensaje hubiese llegado hace algún tiempo mi reacción habría sido muy distinta a la de hoy. Probablemente mi primera reacción hubiese sido no creerme ni una sola de las palabras del mensaje. ¿Cómo podrías irte a otra ciudad y ni siquiera habérmelo comentado antes? Después, una vez asimilada que la noticia era cierta, la incredulidad daría paso a la tristeza de saber que alguien muy importante se marchaba lejos de mi. Supongo que más tarde habría llegado la promesa y el total convencimiento de no perder el contacto a pesar de la distancia, y por último las ganas de disfrutar al máximo el tiempo antes de tu viaje a otra ciudad para el inicio de una nueva etapa en tu vida. Eso, o algo muy parecido, es lo que hubiese ocurrido hace más o menos un año, pero no ahora.
Sin embargo ese mensaje no llegó hace un año, sino que ha llegado hoy, y mis reacciones han sido muy distintas a las que alguna vez hubiese esperado tener en esta situación. No ha habido rastro de la incredulidad antes las palabras que leía. A fin de cuentas, hace tiempo que dejé de formar parte de tu vida y que, por tanto, dejé de estar informada de tus problemas o tus planes, al igual que tú tampoco conoces los míos. Tampoco ha aparecido por ninguna parte la tristeza, o al menos no la que cabría esperar. Puede que sí que haya sentido algo de pena, pero desde luego no porque te vayas a otra ciudad, ya que nuestra situación no cambia mucho estés a 10 minutos o a 7 horas de aquí. Después de leer el mensaje, ni siquiera me he planteado en ningún momento la idea de prometerte que no perderemos el contacto. ¿Qué sentido tendría, si en realidad hace tiempo que lo hemos perdido estando cerca? Y en cuanto a las ganas de aprovechar al máximo el tiempo que te queda antes de irte..., la verdad es que ni siquiera creo que nos veamos antes de que te vayas, y si lo hacemos, sin duda no será algo especial, sino más bien algo obligado por lo que alguna vez nos unió.
Como te digo, no he sentido la tristeza que cabría esperar en una situación como esta, sin embargo sí que reconozco haber sentido algo de pena. Pena al darme cuenta de cómo cambian las cosas, al pensar en todas aquellas cosas que ni son ni volverán a ser nunca como algún día fueron, pena por no haber sabido hacer las cosas de otra forma, de habernos dejado llevar por algunos errores. Quizás si las cosas hubiesen sido de otra forma hoy no sentiría la pena de no poder entristecerme ante tu marcha, pero las cosas son como son, y no me arrepiento de ninguna de las decisiones que tomé en su momento, aunque algunas de ellas sean las responsables de la situación en la que nos encontramos ahora. Sí, reconozco haber sentido pena al leer ese mensaje, pero esa pena es una sensación efímera que no dura más que unos pocos segundos. Es lo que tienen las despedidas anunciadas, que te dejan el tiempo suficiente para hacerte a la idea para cuando lleguen, y cuando lo hacen no lo ves como un drama o como algo injusto, sino como algo que tarde o temprano tenía que llegar.
A pesar de todo decirte desde aquí que, aunque las cosas no salieran como esperábamos y aunque el hecho de querer cosas distintas nos acabara separando, fuiste alguien muy importante en mi vida. Quedan olvidados los malentendidos que hayan podido existir y los enfados, mientras que siempre llevaré conmigo todos los buenos momentos que vivimos juntas. Las risas compartidas, las lágrimas, las pequeñas aventuras que vivimos, las miles de conversaciones.... A pesar de todo, te deseo la mayor suerte del mundo en esta nueva etapa. Gracias por todo, porque han sido 4 años en los que vivimos de todo, y en los que tengo mucho que agradecerte.
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