Un instante en la ciudad

El reloj marca las 17:35 de un miércoles cualquiera en una calle céntrica perdida en mitad de la ciudad. Sentada en un banco se puede apreciar la calma, esa extraña calma frenética que reína en cualquier zona urbana, tan agobiante como adictiva. El chorreo incesante de coches cruzando en todas direcciones, la marea de gente paseando por las calles, cada a uno a su ritmo, cada uno a su propia velocidad y con su propio destino. 

Veo a solo unos metros a un niño que corre por la acera mientras su madre le persigue pidiéndole que no se separe de su lado, a una pareja sentada en un banco que no deja de mirarse y reír, una mujer mayor que camina ayudada por el brazo de un chico joven que no la pierde ni un momento de vista, un grupo de jóvenes reunidos en la terraza de un bar al rededor de unas cervezas mientras tratan de arreglar el mundo, un hombre trajeado que discute por teléfono mientras mira inquieto su reloj una y otra vez y no detiene el paso, una mujer embarazada que acaricia su barriga mientras se para a mirar el escaparate de una tienda de ropa de bebés, un niño que me sonríe vergonzoso desde su carricoche cuando le devuelvo el peluche que se le ha caído hace un momento, una chica que se para a acariciar a mi perro después de preguntarme su nombre, un señor con gorro que espera paciente el autobús apoyado en su bastón mientras cede su sitio en el banco a una señora y a su nieto, dos niños que juegan a empujarse mientras se hablan a gritos... 

El mundo girando sin descanso. Gente yendo y viniendo constantemente. Vidas ajenas que se entremezclan por un momento con las nuestras haciendo que  por un instante un grupo de totales desconocidos tengamos algo en común a pesar de las circunstancias que nos rodean.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá pudieras verte como yo te veo

Si me permites un consejo

El acoso de los talifanes