Saber mirar
Cuando era pequeña mi bisabuela nos llevaba a mi hermano y a mi a la estación de trenes. Nos sentábamos a unos metros del apeadero, y mientras dábamos cuenta de nuestros bocadillos jugábamos a imaginarnos cómo serían las vidas de todos los que subían y bajaban de los trenes, y nos planteábamos a quién esperaban los que no dejaban de mirar la vía sentados en un banco. Aquello era un juego de niños, y rara vez acertábamos algo, la verdad, pero desde entonces siempre me ha gustado eso de quedarme quieta en algún lugar donde poder observar a la gente y estudiar cada uno de sus gestos, sus expresiones, sus formas de caminar por la calle y de interaccionar con el resto.
Alguien me dijo un día que hay todo un mundo reservado para aquellos que saben mirar con los ojos adecuados, para aquellos que no miran para encontrar, sino que encuentran mirando, y es cierto. Se puede aprender mucho sin necesidad de hacer nada más que pararse y observar lo que te rodea.
Alguien me dijo un día que hay todo un mundo reservado para aquellos que saben mirar con los ojos adecuados, para aquellos que no miran para encontrar, sino que encuentran mirando, y es cierto. Se puede aprender mucho sin necesidad de hacer nada más que pararse y observar lo que te rodea.
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