El problema es el después
Le damos demasiada importancia a los principios y los finales. Tanta que incluso hemos llegado a tenerles miedo, como si fuesen algo extraordinario y desconocido para nosotros, pero la realidad es que vivimos principios y finales a diario sin darles ni la más mínima importancia. Cada vez que abrimos los ojos nos estamos enfrentando a un nuevo principio, y cada vez que volvemos a cerrarlos estamos inmersos en un nuevo final. Un principio y un final que vivimos con la mayor naturalidad del mundo y sin ser conscientes realmente de que lo son.
En algún momento empezamos a asumir que los principios y los finales son esas fechas señaladas en el calendario que ves venir de lejos y que quedan grabadas en la memoria para rememorarlas (para bien o para mal) cada año, como aquel día en el que os disteis vuestro primer beso, o aquel día en el que encontraste una nota en el salón que daba por finalizada una etapa... Pero no es cierto. Los principios y los finales importantes son aquellos que vives sin darte cuenta de que lo estás haciendo, aquellos que no se corresponden con una fecha concreta, aquellos que no te dan tiempo a ponerte nervioso o a experimentar el miedo, porque simplemente suceden sin que puedas verlos venir. Como aquella vez que os cruzasteis sin daros cuenta, como el día en el que sonreíste al verla sin ser consciente de que lo hacías, o como aquel día en el que no hubo un beso de saludo al llegar a casa...
Porque en realidad no son los principios o los finales los que nos invaden de nervios y dudas ante lo nuevo, o de nostalgia y melancolía ante lo que ya no está. Un principio o un final no es más que un simple trámite, la forma de oficializar algo que ya ha ocurrido. El verdadero problema es el después, el momento de asumir las cosas y aprender a hacerles frente... Y eso es lo realmente difícil.
Comentarios
Publicar un comentario