Entonces llegas tú

Y entonces llegas tú con tus buenas intenciones, jugando a derribar las murallas que tanto tiempo me costó levantar e insistiendo en recorrer terrenos pantanosos por los que nadie se atrevió nunca a caminar, ni siquiera yo. Ahora llegas tú, insensato, retando a un corazón cobarde que lleva demasiado tiempo dormido, escondido detrás de cientos de candados y con serias dificultades para vivir más allá del mecánico y monótono latido.

Créeme, no sabes dónde te estás metiendo, porque si lo supieras ya hubieses dado media vuelta y hubieses desandado el camino, y tu mente me hubiese borrado, y tus ojos ya se hubiesen desintoxicado de mi imagen. Y nadie podría reprochártelo, ni siquiera yo. Yo menos que nadie. Así que hazlo, hazlo antes de que sea tarde y huye tan lejos como puedas convirtiéndome en un recuerdo pasajero que pronto saldrá de tu mente. No lo arriesgues todo por un imposible, ni te dejes arrastrar por los huracanes que llevo dentro, porque no merece la pena.

Huye. Hazme caso y huye, porque si insistes en quedarte no podré protegerte de mis propios miedos y te convertirás en una nueva víctima en mi lista de daños colaterales, en una nueva fuente de reproches, en una nueva herida desgarrándome por dentro. Si de verdad quieres ayudarme, no sigas insistiendo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ojalá pudieras verte como yo te veo

Si me permites un consejo

El acoso de los talifanes