Cualquier minuto puede ser el último

Vivimos nuestra vida como si fuese eterna, como si nunca fuese a terminar. Vivimos convencidos de que el mañana estará siempre disponible para nosotros, confiando en que siempre nos encontraremos con una nueva oportunidad. Pero lo cierto es que, por mucho que nos cueste asimilarlo, y aunque no queramos ser conscientes de ello, esta vida no es más que un suspiro efímero que viene con fecha de caducidad. Vivimos en un mundo fugaz al que llegamos por casualidad y del que nos echan sin previo aviso, estemos preparados o no. Nada, absolutamente nada es eterno en esta vida, ni siquiera la propia vida. Y si es que en algún momento nos olvidamos de ello, es ella misma, la vida, esa que en ocasiones puede llegar a ser maravillosa, la que nos lanza un jarro de agua fría para hacernos despertar de nuestra fantasía de cuento de hadas, la que nos hace aprender bien la lección, aunque sea a la fuerza, aunque sea de la forma más cruel que existe.


Hoy estoy aquí, y eso es lo único que puedo saber con certeza: que estoy aquí. Pero, ¿quién sabe lo que pasará mañana? ¿Quién sabe si habrá un nuevo mañana? Puede que mañana yo siga estando aquí, como siempre, o puede que dentro de un rato yo no sea más que un recuerdo, una historia que terminó sin terminar, un libro que encontró su punto y final en lo que debería haber sido un punto y seguido… Y la única conclusión que saco de esta incertidumbre es que cualquier minuto cuenta, porque nadie sabe si será el último minuto que podremos disfrutar.

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