Las faltas de respeto no tienen justificación

A veces parece que nos olvidamos de algo que, aunque evidente, parece que a muchos les cuesta entender: No podemos controlar la vida de los demás.  Es absurdo pensarlo. No importa que nos inventemos mil y una historias, que busquemos pruebas donde no las hay para montar nuestras propias teorías, que tratemos de cerrar los ojos ante lo que resulta evidente y negar lo que todo el mundo es capaz de ver solo porque no nos gusta, que ataquemos a quien no opina lo mismo que nosotros y pretenda hacernos conocer otro punto de vista, que nos atrevamos a juzgar sin saber... No sirve de nada. Y no sirve de nada por la simple razón de que, puede que lleguemos a convencernos a nosotros mismos de lo contrario, puede que logremos engañarnos a nosotros mismos, pero la realidad es la que es y eso nadie lo puede cambiar. 

Da lo mismo si esa realidad nos gusta o no, porque no es nuestra realidad, sino la de otra persona que tiene derecho a elegirla y a vivirla como mejor le parezca. Y sí, claro que cada uno puede tener su propia opinión sobre el asunto, pero una cosa es opinar, y otra es hablar sin saber, atacar a todo aquel que no piense como nosotros, insultar y obsesionarnos por un tema que a fin de cuentas no tiene nada que ver con nosotros. Los fanatismos no son buenos, ni en un extremo ni el otro. Nada que incluya la falta de respeto hacia los demás es bueno ni tiene justificación, y en el momento en el que saltamos esa barrera, las bromas dejan de serlo para convertirse en ataques absurdos