Dejarlo salir

Aunque parezca mentira, los mejores consejeros son los que más perdidos vagan por el mundo, los que primero se ahogan en un vaso de agua medio vacío. Aunque no te lo creas, a veces los más débiles son aquellos que no aparentan serlo, aquellos que parecen estar cubiertos por un muro infranqueable e inmune a cualquier golpe. Puede que suene extraño y que te cueste creerlo, pero hay veces en las que la fuerza no es más que un espejismo, una fachada, un mecanismo de defensa ante el dolor. Hay ocasiones en las que, lo que parece ser la barrera más fuerte del mundo no es más que un folio de papel que puede derrumbarse cuando menos lo esperes con tan solo un débil soplido.

Es fácil aparentar que eres fuerte, hacer ver que eres una persona segura y con una gran confianza en ti misma, pero lo realmente difícil es convencerse a uno mismo de que es cierto, y actuar en consecuencia. Puede que resulte fácil engañar al resto, aparentar ser una persona que realmente no eres, pero resulta imposible mentirte a ti mismo. Y no importan los escudos que busques, las murallas que levantes ni las máscaras que te cubran, porque por mucho que te esfuerces dentro de ti seguirás siendo la persona débil e insegura que tanto tratas de ocultar.


No sirve de nada que consigas engañar al resto, quizás todo lo contrario. Quizás lo mejor que te puede ocurrir es que aparezca una persona que sea capaz de ver más allá de tus escudos y tus caretas, alguien que no se deje llevar por tu apariencia y sea capaz de ver tu parte débil e insegura. Quizás esa es la única manera de combatir tus miedos e inseguridades, teniendo la valentía de dejar que otra persona los descubra. Quizás no se trate de esconder todo aquello que te hace débil bajo miles de capas, quizás lo correcto sea dejarlo salir. Quién sabe, igual sólo así algún día desaparezca.

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