Exámenes: Yo he venido aquí a jugar

Estamos en época de exámenes (bueno, estoy yo y con eso me vale para generalizar) y aunque ya en alguna ocasión he hablado de las extrañas costumbres y rutinas que se adquieren durante estos estresantes días, hoy quiero hablar, no de la preparación de los exámenes, sino de lo que ocurre en el día D a la hora H en el sitio S... Lo que viene siendo en el examen, a ver si os lo tengo que explicar todo. 

Durante los minutos previos al examen es posible detectar entre la multitud los distintos perfiles que existen entre los alumnos. En primer lugar tenemos al grupo de los "aplicados", los cuales llegan a la puerta de la clase más de una hora antes de la hora programa del examen cargados de libros, folios, ordenadores y apuntes en los que descubres que existen subrayadores de colores que en tu puñetera vida has visto.Y lo más alucinante de todo no es que tengan para una única asignatura más apuntes de los que tú has tomado a lo largo de toda tu vida estudiantil, lo realmente llamativo es que, a pesar de que deben saberse de memoria cada letra escrita en esos folios ellos siguen repasando y repasando. Y ante eso tú solo puedes pensar en una cosa... ¿Por qué no seré yo tan aplicada? No. ¿Dónde coño se ha comprado todos esos subrayadores si el chino de debajo de mi casa solo tiene rosa, amarillo y verde moco?
También podemos diferenciar entre el grupo de estudiantes a los "despreocupados", que son esos estudiantes que llegan a la clase dos minutos antes de la hora del examen como quien se va al parque a echarle de comer a las palomas, con las manos en los bolsillos y la legaña adornando aun sus ojos. Son relajados por naturaleza y suficiente tienen con eso de respirar. Y tú los miras y solo te viene a la cabeza el hecho de que, allí donde lo ves, ese amigo tuyo que se enteró la tarde anterior de que tenía un examen y que se ha leído una sola vez sus apuntes, entendiendo por apuntes una hoja de libreta repleta de jeroglíficos, tachones y monigotes correspondientes a la primera y última clase a la que entró, aprobará como lleva haciendo durante toda la carrera, a pesar de que no haya una explicación lógica.
Por último, a medio camino entre los aplicados y los despreocupados nos encontramos con los "estudiantes normalitos" (aunque dejemos lo de normalitos muy entrecomillado.....), que son aquellos que ni se matan ni dejan su aprobado totalmente a la suerte de Dios.

Bien, una vez llegas a la puerta de clase, independientemente del grupo de estudiantes al que pertenezcas, te ves inundado por esa atmósfera pre-exámenes y empiezan a darse los primeros comportamientos "estándar" entre estudiantes. Y es que, en los minutos antes del examen, cuando alguien te pregunte qué tal lo llevas, da igual el tiempo que le hayas dedicado a la asignatura porque tu respuesta siempre será: "No sé , yo he estudiado pero depende de cómo lo ponga". Porque sí, todo el mundo sabe que todos estudiamos mucho, y si suspendemos la culpa es del profesor porque no pone un examen en condiciones. Y esto es así, aunque el único que suspenda seas tú. 

Pero si hay un comportamiento extendido durante un examen de tipo test es el del "concursante de programa de televisión". Sí amigos. Resulta que tú empiezas el examen mentalizándote de que vas a responder única y exclusivamente a las preguntas que te sabes, y lo haces. Con cada pregunta que vas leyendo tratas de razonar contigo misma y, si en alguna pregunta surge alguna duda la dejas en blanco. El problema viene cuando terminas de responder el examen y te percatas que te has dejado en blanco 20 preguntas de un total de 90 (esto en el mejor de los casos, claro, porque luego está esa situación en la que después de contestar exclusivamente las preguntas que te sabes tienes un total de 10 preguntas contestadas y 80 en blanco). En ese momento hay una parte de ti, la más lógica probablemente, que te dice que 70 preguntas contestadas son más que suficientes para aprobar, y te recuerda que cada fallo supondría una penalización. Sin embargo, conforme miras tu examen empiezas a sentir un pequeño cosquilleo interno que va creciendo cada vez más sin poder evitarlo, te vas animando poco a poco, y al final tu parte lógica acaba siendo silenciada por un grito interno que dice "a la mierda, yo he venido aquí a jugar". Así que agarras tu bolígrafo de forma decidida (siempre BIC, por supuesto) y empiezas a contestar aquellas en las que dudabas entre dos, con razonamientos tan lógicos como "aquí pone percolación, y yo eso en clase lo he escuchado", "joder, llevo ya cuatro A, a esta le pongo la D que tengo pocas" o "pito-pito....", y cuando te quieres dar cuenta solo te has dejado 4 en blanco y piensas: " a la mierda, ya puestos....". Y así es como tu examen, el cual hace un momento estaba bastante aceptable, pasa a convertirse en una quiniela que te tendrá rezando desde el momento de la entrega hasta el día en el que salen las notas.

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