Tenemos la manía de plantearnos nuestra vida como una carrera en la que debemos darlo todo para alcanzar nuestra meta, entendiendo la meta como el último escalón, como la última pantalla de un gran videojuego. ¿Pero dónde está la meta? ¿La podemos alcanzar realmente o vivimos persiguiendo una utopía? Sinceramente, he llegado a la conclusión de que la meta -al igual que ocurre con la perfección- no existe y, por tanto, nunca puede alcanzarse. Da igual lo lejos que lleguemos en nuestro camino porque siempre podremos dar otro paso más, y otro, y otro, y otro... Cada vez que creamos alcanzar esa tan ansiada meta veremos como el camino se hace un poco más largo, como a la escalera que tanto nos ha costado subir se le suman unos cuantos escalones más. Es inevitable, por mucho que hayamos vivido, por muy lejos que hayamos llegado en el camino y por muchas "metas" que hayamos alcanzado... Cuando llegue el momento de dar nuestro último paso siempre nos quedarán cosas por hacer,...
¿Recuerdas cuando nos creíamos invencibles? Caminábamos de la mano convencidos de que nada ni nadie podría pararnos, sumergidos en nuestro propio mundo en el que cada piedra del camino era una buena excusa para volar aun más alto. Quisimos creer en el infinito de un " para siempre " y nos topamos con la rutina y su fiereza. Nos asaltaron a traición aquellos grises que nunca quisimos ver, aquellos que permanecían escondidos tras el arcoiris a la espera de su minuto de gloria. Aquellos grises que nos taparon la luz y nos llenaron de sombras, que sembraron las dudas y nos convirtieron en extraños. Y los " Te quiero " se fueron con el viento, dejándonos llenos de reproches y orgullo, ese orgullo que ahora nos hace darnos la espalda y nos impide mirarnos a los ojos... Esos ojos que gritan desesperados un " Te echo de menos " que ni tú ni yo somos capaces de escuchar mientras nos consumimos por dentro.
Tu boca repite una y otra vez que ya no la quieres, tantas veces que incluso tú misma empiezas a creerlo, pero lo cierto es que tus ojos siguen brillando cada vez que alguien pronuncia su nombre de imprevisto, o cuando te encuentras por sorpresa con una foto suya en Instagram porque a alguno de vuestros amigos le ha gustado. Y entonces, como por arte de magia, todas tus barreras desaparecen por un momento, y tu boca se ve obligada a guardar silencio mientras tu mente vuela sin remedio a su lado, recreando cada sonrisa, cada abrazo, cada beso, cada susurro, cada caricia, cada noche en vela, cada locura compartida, aquella última mirada que tanto decía y que nunca quisiste escuchar... Y una sonrisa nostálgica invade tu rostro, cada fibra de tu cuerpo se estremece ante el recuerdo de su piel rozando la tuya y tu respiración se entrecorta mientras te asaltan miles de dudas: " ¿De verdad esto tiene sentido? ¿Y si me equivoqué? ¿Me echará de menos? ¿Pensará también en mí? ¿Sentirá lo ...
Ummm... luna? cuerpecillo de gitana? caderas? mirada? creo que ya se de quien habals ;-)
ResponderEliminarNo lo creo porque no está basado en nadie, pero cada uno que se lo lleve donde quiera :-) jajaja
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