No tenemos más remedio
Si algo define a la vida, es el esfuerzo y la aventura. Desde el momento en el que nacemos estamos obligados a luchar a ciegas por llegar a un sitio que ni siquiera sabemos cuál es. En el momento mismo del nacimiento debemos dejar atrás todo cuanto conocemos para ir a otro mundo totalmente diferente al que nadie nos preguntó nunca si queríamos ir. Pero lo hacemos, porque no tenemos más remedio.
Más adelante tenemos que enfrentarnos a eso del equilibrio, y cuando más cómodos estamos viajando siempre en brazos de alguien es cuando nos hacen bajar al suelo para que empecemos a andar, sin que nadie nos haya dicho cómo se hace. No sabemos cómo ni por qué hay que hacerlo, pero al final lo acabamos haciendo, porque no hay más remedio.
Después llega el momento en el que, después de no haberte separado nunca de tus padres, de pronto llega el día en el que te dejan en un lugar extraño, repleto de gente que no conoces y en el que no sabes qué es lo que tienes que hacer. Y la única explicación que recibes es que "los niños tienen que ir al cole y los papás no pueden ir". De nuevo te enfrentas a algo totalmente nuevo para ti y te encuentras haciendo algo que nadie te ha preguntado si quieres hacer. Pero lo haces, porque no hay más remedio.
Y así es como funciona. Cuando crees que ya lo tienes todo controlado aparece ante ti un nuevo reto que vuelve a cambiarte por completo los esquemas. Y de nuevo tienes que volver a ser aquel niño que se vio obligado a andar sin que nadie le dijese cómo debía hacerlo, aquel niño que tuvo que enfrentarse a su primer día de colegio sin saber ni dónde estaba...
Da igual las veces que creas tenerlo todo controlado, la vida siempre te sorprenderá con algo nuevo, con algo desconocido, y de nuevo te verás obligado a lanzarte a una nueva aventura y dar lo mejor de ti mismo para superarla. Y no importa si nadie te ha enseñado cómo se hace, da igual si nadie te ha preguntado si quieres hacerlo. Hay que hacerlo, porque no tenemos más remedio.
Más adelante tenemos que enfrentarnos a eso del equilibrio, y cuando más cómodos estamos viajando siempre en brazos de alguien es cuando nos hacen bajar al suelo para que empecemos a andar, sin que nadie nos haya dicho cómo se hace. No sabemos cómo ni por qué hay que hacerlo, pero al final lo acabamos haciendo, porque no hay más remedio.
Después llega el momento en el que, después de no haberte separado nunca de tus padres, de pronto llega el día en el que te dejan en un lugar extraño, repleto de gente que no conoces y en el que no sabes qué es lo que tienes que hacer. Y la única explicación que recibes es que "los niños tienen que ir al cole y los papás no pueden ir". De nuevo te enfrentas a algo totalmente nuevo para ti y te encuentras haciendo algo que nadie te ha preguntado si quieres hacer. Pero lo haces, porque no hay más remedio.
Y así es como funciona. Cuando crees que ya lo tienes todo controlado aparece ante ti un nuevo reto que vuelve a cambiarte por completo los esquemas. Y de nuevo tienes que volver a ser aquel niño que se vio obligado a andar sin que nadie le dijese cómo debía hacerlo, aquel niño que tuvo que enfrentarse a su primer día de colegio sin saber ni dónde estaba...
Da igual las veces que creas tenerlo todo controlado, la vida siempre te sorprenderá con algo nuevo, con algo desconocido, y de nuevo te verás obligado a lanzarte a una nueva aventura y dar lo mejor de ti mismo para superarla. Y no importa si nadie te ha enseñado cómo se hace, da igual si nadie te ha preguntado si quieres hacerlo. Hay que hacerlo, porque no tenemos más remedio.
Comentarios
Publicar un comentario