La ciudad nunca descansa
La ciudad nunca descansa.
Se juntan en la estación los abrazos del reencuentro con los besos que saben demasiado a despedida.
Una muchacha pronuncia un "te llamaré todos los días" y el muchacho sonríe, aunque sabe que es mentira.
Una mirada es capaz de gritar todo aquello que los labios jamás dirían.
Los pasillos parecen demasiado cortos para quien lleva de equipaje las dudas.
Se hacen largas las colas para quién anhela en silencio una nueva vida.
La ciudad nunca descansa.
En el parque los niños derrochan su juventud a mares mientras los ancianos, a unos metros, escurren las últimas gotas.
En un banco una mujer que mira con envidia el abrazo de una madre a su niña y se pregunta por qué es tan injusta la vida.
En un rincón una joven pareja sonríe tontamente mientras no pierde la ocasión de hacer manitas.
Y más allá otra pareja poniendo punto y final a una vida en común mal compartida.
Siempre hay historias latiendo y caminos que se entrecruzan.
Siempre hay un punto y final que se antepone a un nuevo comienzo.
Siempre hay lágrimas y risas en cada rincón de la ciudad.
Porque la ciudad, como la vida, nunca descansa.
Se juntan en la estación los abrazos del reencuentro con los besos que saben demasiado a despedida.
Una muchacha pronuncia un "te llamaré todos los días" y el muchacho sonríe, aunque sabe que es mentira.
Una mirada es capaz de gritar todo aquello que los labios jamás dirían.
Los pasillos parecen demasiado cortos para quien lleva de equipaje las dudas.
Se hacen largas las colas para quién anhela en silencio una nueva vida.
La ciudad nunca descansa.
En el parque los niños derrochan su juventud a mares mientras los ancianos, a unos metros, escurren las últimas gotas.
En un banco una mujer que mira con envidia el abrazo de una madre a su niña y se pregunta por qué es tan injusta la vida.
En un rincón una joven pareja sonríe tontamente mientras no pierde la ocasión de hacer manitas.
Y más allá otra pareja poniendo punto y final a una vida en común mal compartida.
Siempre hay historias latiendo y caminos que se entrecruzan.
Siempre hay un punto y final que se antepone a un nuevo comienzo.
Siempre hay lágrimas y risas en cada rincón de la ciudad.
Porque la ciudad, como la vida, nunca descansa.
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