Un par de minutos
Un par de minutos. Ese fue el tiempo que necesitaron mis ojos para descubrirte y decidir que les encantaba mirarte. Y a cada nuevo gesto tuyo, más imposible se me hacía apartar los ojos de ti. Después te dio por reír y fue cuando todos mis sentidos se apuntaron a la fiesta y dejaron de hacerme caso, empeñados en sacarte a bailar. Poco más tarde llegaron las conversaciones, los paseos, las cenas, las bromas, las miradas compartidas y las sonrisas sinceras, y fue el momento en el que me descubrí irremediablemente rendida ante ti.
No fue fácil. También hubo hueco para las dudas y algunos que otros miedos empeñados en ponernos la zancadilla. No faltaron las inseguridades y los fantasmas del pasado buscando su momento de gloria. Fantasmas que fuimos derrotando caricia a caricia, beso a beso, impulso tras impulso... Porque los fantasmas no tienen cabida en nuestro mundo.
Poco a poco el tiempo fue siguiendo su curso, quizás sin que fuéramos realmente conscientes de ello, y lo nuestro se fue haciendo cada vez más fuerte, creciendo "a traición" como quien dice, hasta que me sorprendí pensándote a cada instante y dibujándote prácticamente en cualquier parte. Hasta que me sorprendí agradeciendo cada uno de los tropiezos que me hicieron desviarme del camino y terminar encontrándome contigo.
Fueron un par de minutos. Un par de minutos en los que tuve la certeza de que todo había cambiado, de que había encontrado sin pretenderlo aquello que siempre había estado buscando. La certeza de que eran esos ojos el lugar en el que estaría dispuesta a perderme durante el resto de mi vida.
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