Cuando todo se rompe


Nos resistimos a aceptar que el sufrimiento forma parte de la vida y tratamos de convencernos de que somos capaces de esquivar el dolor, sin darnos cuenta de que todos nuestros intentos son inútiles., y que lo único que conseguimos es cerrarle puertas a la felicidad. Nadie puede librarse del sufrimiento. Es inevitable que en algún momento sintamos como todo se derrumba, como algo se nos rompe dentro. No puedes esconderte y no hay ninguna forma de protegerte, porque el dolor simplemente llega, sin avisar ni pedir permiso.

De pronto todo se detiene. El tiempo deja de avanzar, el ruido que te rodea desaparece, el mundo deja de girar, tu piel deja de sentir el frío y tu cuerpo pierde la capacidad de moverse. Por un momento dejas de ser consciente de todo lo que ocurre a tu alrededor, y tu mente se queda en blanco. Es como si tu corazón dejara de latir por un momento que parece eterno, antes de que el dolor lo haga encogerse, antes de que el dolor le haga romperse en mil pedazos. Y poco a poco todo va volviendo a la normalidad: el tiempo recupera su curso normal, vuelves a escuchar los ruidos que te rodean, el frío te vuelve a invadir hasta hacerte temblar… Pero en el fondo sabes que nada es igual, y que no volverá a serlo nunca, porque en ese mismo momento puedes notar como algo dentro de ti se hace añicos como si del cristal más frágil se tratara. Dentro de ti notas como algo se rompe para siempre, notas como se abre una herida que nunca desaparecerá, por mucho que consigas cerrarla.


Y mientras tanto, en el instante en el que notas como todo se derrumba dentro de ti, tú sigues sin poder moverte, sintiendo como el miedo se apodera de cada rincón de tu cuerpo y consigue paralizarte. Sientes como todo se derrumba a tu alrededor, y lo único que puedes hacer es desear que todo termine, mientras las lágrimas que caen sin control por tu rostro son el único rastro del profundo dolor que sientes en tu interior.


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