Las amistades verdaderas
Las amistades, si
son verdaderas, no entienden ni de distancias ni de tiempos de ausencia.
Hace un tiempo tuve la suerte de encontrar en
mi camino a una de esas personas que, aunque lleguen de forma casual a tu vida,
se convierten en pilares fundamentales en ella. Para ser sincera, no sería
capaz de decir ni cómo ni cuándo conocí a esta persona, ni tampoco cuáles
fueron las primeras palabras que cruzamos o qué es lo que me hizo acercarme a
ella, pero de lo que sí soy capaz es de visualizar miles de momentos a su lado.
Me vienen a la mente muchas tardes compartiendo charlas animadas en un banco, o
tardes de compartir silencios tiradas en cualquier escalera de la universidad;
horas de conversaciones telefónicas; comidas rápidas de camino a alguna
práctica, o largas sobremesas hablando de cualquier cosa que nos pasara por la
mente… No soy capaz de recordar cómo empezó todo, pero se perfectamente que
aquella persona que llegó a mi vida en un día cualquiera, se convirtió en una
gran amiga y en un gran regalo.
Pero a veces, cuando las cosas parecen ir
bien, de pronto cambian sin motivo aparente, y de pronto hubo un día en el que,
sin saber el cómo ni el porqué, todo empezó a cambiar sin que ni esa persona ni
yo supiéramos darnos cuenta. No creo que exista ninguna culpable, pero lo
cierto es que poco a poco nuestros horarios se fueron haciendo cada vez más
incompatibles y las dos nos fuimos acercando a otras personas hasta que, de la
noche a la mañana y sin saber evitarlo, nuestras largas conversaciones se
fueron sustituyendo por un escueto “hola” y “adiós” al cruzarnos por el
pasillo, o a un simple gesto al vernos a la distancia. Sin darnos cuenta fuimos
perdiendo el contacto a pesar de estar tan cerca, hasta el punto de que llegué
a sentir que éramos dos extrañas la una para la otra. Llegué a pensar que
habíamos dejado escapar la gran amistad que surgió por casualidad entre
nosotras.
Sin embargo, cuando la amistad es verdadera,
no importan ni el tiempo que haya pasado desde la última conversación ni la
distancia que se haya creado, porque basta con que alguno de los dos haga un
pequeño gesto para que esa amistad vuelva a surgir con más fuerza que nunca. Hace
tan solo unas semanas tuve la oportunidad de recuperar esa amistad que tan
importante ha sido siempre para mí, y después de una larga conversación para
ponernos al día, la verdad es que ambas entendimos que, a pesar de la
distancia, nuestra amistad siempre ha estado ahí, aunque a veces ni siquiera fuéramos
conscientes de ello. Cada vez que alguna de las dos ha necesitado algo, la otra
siempre ha estado ahí para apoyarla, aunque solo fuese mediante un apretón de
manos al cruzarnos por el pasillo, o con una sonrisa. Sí, es posible que
nuestros caminos se mantuviesen alejados durante un tiempo, pero cuando se
trata de una amistad verdadera, los caminos siempre están destinados a cruzarse.
Si hay algo que he tenido la oportunidad de
comprobar es que la vida siempre guarda un as en la manga, y que es capaz de
sorprenderte cuando menos te lo esperas. En este caso la vida me enseñó algo
que nunca debería haber olvidado, y es que no importan las circunstancias que
nos rodeen, el tiempo del que dispongamos, los problemas, la distancia… Nada de
eso importa, porque los amigos verdaderos siempre están contigo, incluso cuando
no los ves. Los amigos verdaderos simplemente son eternos.
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