Al borde del precipicio


En el momento en el que te encuentras a un solo paso de lanzarte al vacío es inevitable que  el vértigo se apodere de ti, aunque solo sea por un momento. Siempre hay un segundo en el que el miedo y las dudas ganan la partida y consiguen que la idea de dar media vuelta te parezca la mejor opción. Y sí, algunas veces probablemente la mejor opción sea precisamente esa: dar marcha atrás y regresar a aquello que conoces. Quizás de esa forma conseguiríamos evitar algunas de esas caídas que tanto duelen.

Sin embargo, hay otras muchas ocasiones en las que, cuando el miedo intenta apoderarse de ti, vale la pena cerrar los ojos, respirar hondo, dejar atrás las dudas y simplemente lanzarse al vacío sin pensarlo. Puede que sea la actitud más temeraria, pero también es posible que ese momento de vulnerabilidad que sientes mientras estás en el aire sea recompensado con esa sensación de felicidad que te invade al comprobar que realmente valía la pena dar el salto.

El problema es que cuando te encuentras ante la decisión de saltar o de retroceder no puedes saber cuál será la consecuencia de tu decisión, sea cual sea la que elijas. Cuando estás al borde del precipicio no hay nadie que pueda ayudarte a elegir. La decisión es solo tuya, y tú eres quien deberá hacerse responsable de las consecuencias. En el mejor de los casos podemos dejarnos llevar por nuestra intuición, confiando en haber acertado. En el peor de los casos deberemos avanzar a ciegas, asumiendo el riesgo de tropezar por el camino.

Todos pensamos en cómo vamos a reaccionar cuando llegue el momento y a todos nos gusta pensar que llegado el momento seremos valientes y no nos detendrán las dudas. Pero al final te das cuenta de que no sirve de nada planificarlo, porque cuando te encuentras al borde del precipicio todo cambia, y las ideas que tenías preconcebidas simplemente desaparecen. Nadie está preparado para tomar esa decisión, pero una vez te encuentras en el borde del precipicio no hay más remedio que elegir.

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