Los adultos somos complicados
Hace poco mi prima me dio una
gran lección. Recuerdo que yo estaba ocupada haciendo unas cosas, y ella vino a
decirme que si quería jugar con ella. Le dije que me gustaría salir a jugar con
ella, pero que no podía. Al parecer eso no le gustó mucho, y me dijo una frase que
se me quedó grabada en la mente: “¿Por qué siempre lo veis todo tan difícil?
Los mayores sois muy complicados, decís una cosa aunque penséis otra, y hacéis
cosas que no queréis. Si quieres hacer una cosa, ¿por qué no la haces?”.
Mi prima tiene 8 años, y sí, aún
es muy joven y tiene un punto de vista demasiado inocente de la vida, pero eso
no le quita razón a sus palabras. No le falta razón cuando dice que los mayores
somos muy complicados, porque sí, lo somos. Nos pasamos la vida dando prioridad
a cosas que ni siquiera nos interesan, comportándonos como la gente espera que lo
hagamos, pero no como realmente quisiéramos hacerlo, escondiendo las cosas que
realmente pensamos. ¿Por qué complicamos tanto las cosas?
¿Cuántas veces has deseado
decirle algo a una persona y al final has decido callar por miedo a su
reacción? ¿Cuántas veces has sentido ganas de hacer algo, y al final has
frenado tus impulsos? Si quieres hacer algo, hazlo. Es tan sencillo como eso.
De nada sirven el orgullo, ni el miedo ni las inseguridades. Lo único que
aportan son más complicaciones a una vida que ya de por sí es bastante
compleja. Ojalá pudiésemos crecer sin perder esa forma inocente de ver la vida…
Sin duda nos iría muchísimo mejor a todos, y las cosas serían más fáciles.
¡Cuánta razón tienes! Pero por desgracia, la vida nos va llevando muchas veces por donde no queremos, y por mucho que intentemos no perder esa inocencia, esa fé, esas ganas de hacer cosas... la sociedad, las circunstacias no nos lo permiten.
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