Carta a mi familia

Hola.

Quizás lo normal fuese escribir esta carta en un día especial,  en alguna fecha señalada. Sin embargo he decidido escribirla hoy, un miércoles cualquiera de octubre que nada tiene de especial, en un día que probablemente no será muy diferente al de mañana. Y seguramente os preguntéis entonces cuál es el motivo de que escriba esta carta hoy, precisamente hoy que nada tiene de especial. Bueno, quizás sea por mi costumbre de hacer las cosas a destiempo, cuando nadie las espera, o quizás sea porque, al igual que no encuentro ningún motivo especial para escribirla, tampoco soy capaz de encontrar una razón por la que no deba hacerlo. Hay quien dice que cada cosa tiene su momento en la vida, y no lo discuto, pero también estoy convencida de que hay cosas en la vida que no entienden ni de momentos oportunos ni de días especiales, porque simplemente no los necesitan. Hay cosas en la vida que siempre encuentran su momento, porque hay cosas que no necesitan de ningún motivo especial.

Esta carta solo tiene como objetivo decir todo aquello que nunca digo, quizás por timidez, quizás por esa manía tan mía de ocultar bajo mil cerrojos mis sentimientos. Siempre tendemos a pensar que hay cosas que no necesitan pronunciarse en voz alta, que se dan por hecho, que se dicen solas. Y es posible que todo lo que tengo que decir en esta carta no sea nada nuevo para vosotros, pero por muy evidente que pueda resultar lo que quiero decir, creo que nunca está de más recordarlo, porque quiero que siempre lo tengáis presente.

Nunca se me han dado bien estas cosas, pero en esta carta pretendo reflejar una mínima parte de todo lo que me hacéis sentir, porque entiendo que es imposible expresar con palabras algo tan grande. Y si tuviese que hacer un resumen de todo cuando tengo que deciros, lo resumiría en un enorme "gracias" seguido de un infinito "os quiero".

Siempre se ha dicho aquello de que la familia no se puede elegir, y es cierto. Por eso me siento tan agradecida a la vida por haberme permitido nacer en esta familia. Que sí, es cierto, quizás no somos los más afortunados, ni vivimos en la mejor casa. Quizás no contamos con lujos, y somos más dados a los remiendos y a los sacrificios que a los caprichos. Quizás no somos más que una familia humilde que lucha con lo que tiene, a veces más, a veces menos, para seguir hacia delante, aunque a veces sea más difícil, aunque a veces se haga cuesta arriba. Puede que no seamos un ejemplo a seguir para ninguna familia y que a veces pasemos por baches, pero lo cierto es que no creo que exista nadie más agradecido que yo por hacer nacido donde lo he hecho, en esta familia que un día formaron María José y Ramón  con los pilares más sólidos que existen: los pilares del amor, el respeto y la humildad.

Si pienso en el futuro, no sé lo que me puede deparar la vida mañana. No sé si llegaré a ser alguien importante, sí me irá bien... Lo que sí tengo muy claro, es que pase lo que pase, siempre habrá algo que me permitirá levantar la cabeza con orgullo, y es que pase lo que pase jamás me cansaré de presumir de vosotros, de llevaros por bandera. De presumir de mi madre, esa que siempre me ha dado su amor incondicional, incluso desde mucho antes de haberme conocido, esa que ha pasado mil noches velando mi sueño, la que siempre tiene el abrazo o la palabra necesaria para calmar mi llanto. De presumir de mi padre, ese hombre que me ha hecho admirarle profundamente, el que me enseñó que no debía tenerle miedo a nada, simplemente porque él siempre iba a estar cuidándome, el que me enseña que siempre hay motivos para reír, el que siempre encuentra la forma de hacer que las cosas parezcan fáciles aunque no lo sean. De presumir de Víctor, mi hermano mayor, ese que aunque trataba (y trata) de sacarme mis casillas, siempre ha estado conmigo, ese que, aunque con disimulo, siempre ha estado a mi lado, enseñándome a hacerme respetar, protegiéndome de todo cuanto podía hacerme daño, ese que se ha convertido en el espejo en el que mirarme.

Vosotros más que nadie me conocéis, y sabéis lo mucho que me cuesta expresarme cuando se trata de dejar salir lo que siento. Sabéis de sobra que soy un desastre, por eso espero que me perdonéis si no he sabido expresar en esta carta todo lo que quería deciros. Espero que al menos esto os sirva para tener siempre presente que, aunque a veces sea esa niña "despegada" a la que tanto le cuesta mostrar cariño, no hay ni un solo día en el que no tenga presente lo mucho que os quiero. Y puedo prometeros sin miedo a equivocarme que este amor que siento por vosotras jamás va a cambiar.

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