Fieles amigos



Siempre he sido una apasionada de los animales, y la verdad es que siempre he estado rodeada de ellos. A lo largo de mi vida he tenido dos mascotas conmigo: el loco de mi perro Lalo y mi gata Luna, que ya no está conmigo. Los dos aparecieron en mi camino por casualidad, convirtiéndose en una parte importante de mi vida.
A Luna la encontramos hace bastantes años mientras paseaba con mi abuelo. Tenía solo unas semanas de vida y estaba escondida debajo de unos árboles. La pobre estaba muerta de hambre, y en cuanto le dimos algo de comer no dudó en venirse con nosotros. Al principio era un poco asustadiza y se sentía bastante desubicada en la casa de mi abuelo, pero poco a poco fue cogiendo confianza y acostumbrándose a nosotros. Luna era una gata muy cariñosa con todo el mundo, pero especialmente conmigo. Mi abuelo decía que se había creado un vínculo extraño entre la gata y yo, y era cierto. Recuerdo que cuando llegábamos los sábados por la mañana a casa de  mi abuelo la gata estaba sentada delante de la puerta esperando ver llegar el coche, y nada más bajarme venía corriendo para que la acariciara.
 Dicen que los animales tienen un sexto sentido especial, y en cierta forma creo que es cierto, porque aquella gata, a pesar de no poder hablar, sabía detectar mi estado de ánimo con solo verme entrar, y sabía cuándo estaba con ánimo para jugar con ella y cuándo no. Recuerdo un día en el que me senté en el patio para llorar sin que nadie me viera. A los pocos segundos de estar allí vi como Luna, que estaba comiendo en la otra punta, vino corriendo y en lugar de reclamar caricias como hacía siempre, se coló entre mis brazos y se recostó en mi regazo. Estuvo allí acostada el resto de la tarde, sin moverse ni un segundo de allí. Durante todo el tiempo que ha estado conmigo la he visto levantarse a pesar de estar enferma y casi sin poder moverse, solo para acostarse a mi lado, y he visto como estaba pendiente de mí en todo momento, sin reclamar nada a cambio.
Por su parte, a Lalo también nos lo encontramos abandonado en un descampado. Estaba sucio y en un estado bastante lamentable. Al verlo lo cogimos con la intención de llevarlo al veterinario y llevarlo a una protectora, pero la verdad es que vi algo en él que me hizo quedármelo en el momento en el que vimos que no tenía dueño. La verdad es que al principio fue difícil. No comía, lloraba, nos huía… Pero poco a poco fue adaptándose, y aunque aún sigue teniendo algunos miedos (sigue siendo bastante asustadizo, no soporta los ruidos fuertes y se pone muy nervioso cuando le apuntas con una cámara o un móvil), la verdad es que diría que está bastante cómodo con nosotros. Al igual que Luna en su momento, Lalo también se ha convertido en un amigo dispuesto a acompañarme y darme fuerza en todo momento sin pedir nada a cambio, un amigo que siempre está pendiente de mí y de todos. Para que veáis la nobleza que tiene Lalo, hace un tiempo me di cuenta de que a media noche suele entrar tanto en la habitación de mis padres como en la de mi hermano, se sienta a los pies de la cama durante unos segundos y después vuelve a su cama. Comprueba a su manera que todos están bien antes de irse a dormir.
Puede que haya gente que no lo entienda, pero cuando tienes animales te das cuenta de que son más nobles y tienen más valores que muchas personas. Para mí no son mascotas, son los amigos más fieles que puedes encontrar, esos que siempre están contigo para darte todo su cariño de forma desinteresada.

Comentarios

  1. Me encanta la historia de tu gata Luna. No es muy habitual ver a un gato comportarse así, parecía un perro jejejejej.
    Y tanto Luna como Lalo, han tenido la gran suerte de encontrar una familia como vosotros

    ResponderEliminar
  2. Pues sí. Era una gata muy especial

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Ojalá pudieras verte como yo te veo

Si me permites un consejo

El acoso de los talifanes