La hipocresía de la Iglesia
Debo reconocer que soy una persona “creyente”, aunque de una
forma bastante particular y que quizás poca gente entiende. Digamos que soy
“creyente a mi manera”. Sin embargo, es bastante conocida mi fobia por los
curas y el mundo de la iglesia. Cuando hablo sobre este tema, siempre hay
alguien que me recuerda la existencia de gente dentro de la iglesia que
realmente se implica y realiza buenas y necesarias obras sociales.
Evidentemente, y como en cualquier parte, siempre hay de todo. Sin embargo, en
este caso me refiero a la Iglesia como institución.
Si hay un lema que resume a la perfección la filosofía de la
Iglesia es aquel de “haz lo que yo diga pero no lo que haga”. Si por algo se
caracteriza esta institución es por sus continuas contradicciones. ¿Qué sentido
tiene predicar por la igualdad mientras
tu imagen se caracteriza por el lujo y los excesos? ¿Cómo puede una institución
con tanto poder económico pedir la colaboración y los donativos de sus fieles,
mientras ellos no solo no predican con el ejemplo, sino que encima se dedican a
enriquecerse cada vez más?
Hace demasiado tiempo que la Iglesia y sus ideales quedaron
obsoletos. Por suerte, los tiempos cambian y la mentalidad va evolucionando, en
eso se basa el avance del ser humano. Sin embargo, la Iglesia se empeña en
aferrarse a unos ideales que han perdido todo su sentido (suponiendo que lo hayan tenido en algún momento). Nos
venden la Iglesia como una institución que pelea por la igualdad y los derechos
de todos los seres humanos, una institución dispuesta a ayudar a todos los que
lo necesitan, pero lo cierto es que mi manera de ver a la Iglesia es
bastante diferente. Yo solo veo a unos
cuantos ansiosos por tener el poder y por llenar sus bolsillos. Veo la misma
historia de siempre: a unos pocos que lo controlan todo mientras el resto somos
simples marionetas a las que mueven a su antojo.
Sinceramente, no entiendo que en un momento como éste, a la
hora de repartir el dinero (dinero que nos pertenece a todos, no lo olvidemos) se le dé
prioridad a la Iglesia por encima de la educación o la sanidad, ni tampoco que
se le dé el poder y la libertad para meterse en temas políticos. No entiendo
que algunos peces gordos de la iglesia puedan soltar libremente algunas “perlas”,
como que “un aborto es mucho peor que el
abuso sexual”, o que “la homosexualidad es una enfermedad”. No soporto que la Iglesia trate de imponer sus
ideas por encima de todo.
En estos días la noticia es que el Papa ha decidido dimitir
porque no se siente capacitado para realizar su trabajo (dejaré a un lado las
dudas que me despiertan el “duro” trabajo que tiene este señor). Sinceramente,
para mí la auténtica y necesaria noticia sería la desaparición de la figura del
Papa.
¡Qué bien escribes, joía, y qué razón tienes!
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