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Mostrando entradas de julio, 2013

Del material de las estrellas

“ Estás hecho del mismo material del que se hacen las estrellas ". Se lo había dicho su madre en más de una ocasión, tantas veces que había terminado por aprenderlo y asumirlo. Tantas veces lo había oído que llegó a convencerse a sí mismo de que él era estrella, y no una cualquiera, sino una de las más grandes estrellas del firmamento, una de las más brillantes del cielo. Sí, él era estrella, y siendo estrella jamás podría pasarle nada. Un día las cosas se estropearon, y pasó lo que nunca pensó que ocurriría. Un buen día la estrella se apagó, y de la noche a la mañana desapareció toda su luz. De pronto, sin saber el cómo y el por qué, dejó de ser estrella. Fue entonces cuando se dio cuenta de aquello que durante tantos años pasó por alto. Las estrellas no son más que polvo, sólo una acumulación de gases en equilibrio capaces de brillar. Pero el polvo es demasiado débil y el equilibrio demasiado frágil. Por eso las estrellas son efímeras, porque su brillo no dura eternamente. ...

La homosexualidad en los medios

Hace unos días una famosa revista publicaba un reportaje en el que podíamos ver las imágenes de dos mujeres bastante conocidas paseando abrazadas por las calles de Madrid. Dichas fotos mostraban a la pareja en una actitud en la que,  sin llegar a ser comprometida, daba muestras de la existencia de una relación entre ellas. Lo que realmente me llamó la atención del reportaje fue la forma que tenía la revista de tratar la noticia. A pesar de que algunas de las imágenes hablaban por sí solas y, como ya he dicho, daban a entender la existencia de una relación entre ambas mujeres, la revista habla en todo momento de un paseo entre amigas, llegando incluso a utilizar el titular “Amigas forever” para definir algunas de las fotografías en las que la pareja camina abrazada de la cintura, o el término “colegas” en otra en la que las dos chicas se encuentran caminando cogidas de la mano. Lo que más me llamó la atención de todo es que, a pesar de que la intención de la revista al publicar dic...

Que nadie detenga tu viaje

Cuando es el momento de volar comienzas el viaje con una maleta repleta de sueños e ilusiones, con unas enormes ganas de comerte el mundo. Empiezas ese viaje estando totalmente convencido de que podrás conseguir todo cuanto te has propuesto alcanzar, convencido de que tu esfuerzo y tu ilusión es lo único que necesitas para encontrar el éxito. Tienes un mundo cargado de nuevas oportunidades esperando para ti y tú estás deseando aprovecharlas. Comienzas el viaje con mucha confianza en ti mismo y con el nivel máximo de autoestima, pensando en que eres capaz de hacer algo grande. Sin embargo, nada más iniciar el viaje comienzan a aparecer los primeros problemas. No pasa demasiado tiempo hasta que empiezas a encontrarte con los callejones sin salida que te obligan a dar la vuelta, con los obstáculos de la carretera que te obligan a buscar un camino alternativo, o los pinchazos que te hacen llegar tarde a tu destino. Pero no importa, porque a pesar de todo tu ilusión por avanzar y tus g...

Un buen final

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Un día te despiertas y notas que aquello que hacía temblar tu pulso ya no consigue ni arrancarte un suspiro, que por más que te gires y lo sigas viendo a tu lado, algo dentro de ti te dice que hace tiempo que se ha marchado. Llega el día en el que  te despiertas siendo consciente de que todo ha terminado, de que no queda nada por lo que seguir luchando, y entonces te das cuenta de que intentar alargar esa historia sólo conseguiría estropearla, manchar lo que ha sido. Porque todas las historias vienen con fecha de caducidad. Todas tienen un principio y un final, por más que nos empeñemos en no verlo. Unas historias terminan después de muchos años compartidos y dejando millones de recuerdos, otras terminan casi sin que hayan tenido tiempo de empezar, pero todas terminan. Es ley de vida. La eternidad sólo existe en los cuentos, y sólo porque se trata de cuentos a los que aún no se les ha escrito el final. Por eso, cuando llega el momento de acabar con una historia, no nos esforc...

Escudos convertidos en cadenas

La infancia es nuestra etapa más pura e inocente, la única etapa de nuestra vida en la que nos mostramos como realmente somos sin plantearnos nada, sin pensar en las consecuencias de nuestra transparencia. Recuerdo la infancia como la etapa de mayor libertad, como la etapa en la que no necesitábamos poner buena cara ante algo que no nos gustara, en la que no existía la hipocresía, en la que no teníamos que fingir. Durante la infancia todo se reducía a un "Sí, me gusta" o a un "No, no me gusta". No había “peros”, no había medias tintas ni existía la falsedad. Todo cuanto hacías o decías era porque realmente lo sentías dentro de ti, y no había motivos por los que reprimirte. Sin embargo, tal y como dice la gran Vanesa Martín en una de sus canciones " Como todo en la vida, lo que viene se va", y la infancia no iba a ser menos. El tiempo va avanzando a ritmo constante, sin detenerse nunca, arrastrando consigo etapas, momentos y vivencias, convirtiéndolos ...

Diferente, rara, extraña.

Reconozco que siempre he sido una rebelde, no sé si con causa o sin ella, pero casi nunca he simpatizado con la mayoría. Recuerdo como desde muy pequeña, aunque ni siquiera era capaz de dar tres pasos sin estar a punto de acabar en el suelo, siempre encontraba la forma de protestar y de dejar clara mi opinión. Mis primeras escenas de rebeldía empezaron cuando aún no tenía ni 2 años. Según me han contado, mis padres y mis abuelas se empeñaban en comprarme millones de vestidos de todos los colores  y de todas las formas posibles, y recurrían a miles de juegos y chantajes para intentar que me los pusiera sin rechistar, pero a mí no me gustaban. Los odiaba, de hecho, y no había mañana en la que no terminara llorando a mares como si me estuviesen matando, hasta que conseguía que me cambiasen aquellos horrorosos vestidos por ropa que me convenciera. Después vino la etapa de las muñecas. La gente se empeñaba en comprarme muñecas de topo tipo: de las que lloraban, las que andaban, las...

Hasta nunca

Sé que probablemente pienses que me meto donde nadie me ha llamado, y que no debería opinar de algo que no tiene nada que ver conmigo. Según tú a mi esta historia no debería importarme y no debería meterme en "tus cosas". Pero siento decirte que te equivocas, porque yo también formo parte de esta historia desde el mismo momento en el que tengo que escuchar a una amiga llorando por teléfono durante horas, desde el mismo momento en el que tengo que coger un coche y sacarla de su casa porque simplemente siente que se ahoga. Tengo derecho a meterme en tus cosas, como tú dices, desde el mismo momento en el que tus cosas hacen daño a una de las mejores personas que conozco, desde el mismo momento en el que una amiga me llama destrozada para pedirme ayuda porque siente que está perdida y que no sabe qué hacer. Lo siento, pero esta historia sí me importa, y mucho… quizás mucho más de lo que te importa a ti. No dejas de pedir que te comprendan, de decir que estás en una situación...

Lanzar una moneda al aire

Reconozco que nunca he sido muy buena a la hora de tomar decisiones. Simplemente no me gustan. Tomar decisiones siempre es complicado, y si eres una persona con tendencia a dar demasiadas vueltas a la cabeza, la situación se complica aún más. Quizás fue mi pánico a tomar decisiones lo que me hizo utilizar un mecanismo alternativo. Sé que probablemente no sea el mejor método, ni el más ortodoxo, pero reconozco que es un método bastante útil. Desde hace unos años, siempre que tengo que tomar alguna decisión importante, lanzo una moneda al aire y dejo que sea esa moneda la que decida por mí. Sé que hay mucha gente que no entiende cómo puedo jugarme decisiones importantes lanzando una moneda al aire, y lo cierto es que si me paro a pensar en ello, puede que yo misma pueda interpretarlo como una actitud inmadura e infantil, más propia de un niño pequeño que de una persona adulta. Sin embargo, hace poco pude comprobar a través de internet que lo de lanzar una moneda al aire no es sólo u...

Los finales sólo son principios

Siempre he pensado que no hay diferencia entre un principio y un final. Es más, siempre he sido de la opinión de que los principios no son más que finales enmascarados. Al fin y al cabo, un principio, sea en el ámbito que sea, no es más que el final de una etapa o de un estado anterior. Quizás el único matiz que los diferencia es la forma en la que nos enfrentamos a ellos. La única diferencia entre finales y principios es que los principios los afrontamos con ganas y sin miedos, mientras que los finales siempre están cargados de dudas y de temores. Tenemos tendencia a pensar en los finales como algo malo, como una situación negativa, mientras que entendemos los principios como nuevas oportunidades. Sea por el motivo que sea, nos da pánico enfrentarnos a los finales, y por eso nos resistimos tanto a dar por terminada una historia, a escribir el punto y final. Nos empeñamos en no dar por cerrado un capítulo por muy aburrido o complicado que resulte, incluso aunque en ciertas ocasion...

Mini-sueño: Una noche de verano

La luna es la directora de esta improvisada orquesta en la que las estrellas marcan el ritmo de la suave canción que entona el viento, creando una armonía perfecta que invita a dejarse envolver por el mundo de los sueños. Mientras tanto, en un rincón apartado, el mar se atreve a bailar al ritmo de aquel improvisado concierto en el escenario único de una noche de verano. A lo lejos, desde un solitario balcón, un joven soñador se dedica a contemplar la escena, siendo privilegiado testigo de aquel maravilloso cuadro en movimiento que parece haber sido dibujado especialmente para él. Y quizás el mar no esté bailando, ni el viento esté cantando. Sí, es cierto que quizás no haya ningún concierto, pero todo se puede imaginar en una noche de verano.

Mini-sueño: Mi mejor canción

Cuando todo esté en silencio, cuando nadie mire, cuando nadie escuche, cuando se apaguen los focos y se cierre el telón te cantaré al oído. Inventaré para ti una bella canción, una que tenga tu nombre, que sólo escuches tú. Haré una canción que sólo tú puedas entender,  y te juro que esa será mi mejor canción. Y después, cuando se vuelvan a encender los focos, cuando de nuevo se abra el telón, cuando todo el mundo mire y escuche, cuando todos estén pendientes volveré a cantar las canciones de siempre. Y sin que nadie se dé cuenta te buscaré en aquel oscuro rincón, y en silencio, te cantaré con la mirada mi mejor canción: esa que habla de los dos.

Sólo ven, y estaré

Cuando las nubes se empeñen en tapar al sol. Cuando la lluvia pretenda inundar tus ganas de seguir. Cuando los pájaros solo entonen una triste canción, y se haga cuesta arriba eso de vivir. Cuando el mundo entero haya dejado de girar. Cuando el sonido de las olas se haya perdido en algún punto del mar. Cuando el tiempo parezca haberse detenido en tu contra, y todos parezcan haberse olvidado de tí. Cuando tu destino se rompa en mil pedazos. Cuando se apaguen las estrellas que alumbraban tu camino. Cuando por mucho que busques no encuentres el sitio, y nada parezca tener sentido. Cuando a tu alrededor no quede nadie. Cuando solo escuches tus pasos avanzando hacia ninguna parte. Cuando todo parezca haberse vuelto del revés, y sólo te queden ganas de desaparecer. Cuando ya no queden metas que perseguir, y hasta las piedras del camino parezcan reírse de ti. Respira hondo y cierra los ojos. Tan sólo cierra los ojos. Para tus pasos y búscame....

Mirar fijamente al miedo

Por una vez me quedé a solas con mis temores, sin nada que pudiese esconderme, y mirándoles a los ojos les dije en voz alta que no les tenía miedo. Ellos dejaron escapar una sonrisa burlona, al fin y al cabo esa frase la habían escuchado demasiadas veces. Ellos se acercaron a mí con paso seguro y amenazante, convencidos de que retrocedería, de que una vez más me volvería a hacer pequeña ante ellos. Pero esta vez no fue así. Esta vez todo cambió. Mis temores borraron aquella sonrisa burlona de su rostro, percatándose de que había algo diferente mí. Por primera aquella frase que había salido de mis labios no era un espejismo que se desvanecería en cualquier momento, no estaba cargada de dudas e inseguridades, no estaba acompañada de una mirada esquiva, no había sido acompañada por el temblor de mi cuerpo. Por mi primera vez había sido capaz de mantener mi cabeza alta después de pronunciar aquella frase, de no apartar en ningún momento la mirada de sus ojos. Por primera vez pude ver ...